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¿Qué es la lateralidad y cuándo se desarrolla en niño?

Actualizado: 27 jun 2021


El cuerpo humano aunque a nivel anatómico es simétrico, a nivel funcional es asimétrico.

El término lateralidad se refiere a la preferencia de utilización de una de las partes simétricas del cuerpo humano, mano, ojo, oído y pie. El proceso por el cual se desarrolla recibe el nombre de lateralización y depende de la dominancia hemisférica. Así, si la dominancia hemisférica es izquierda se presenta una dominancia lateral derecha, y viceversa. El que una persona sea diestra o zurda depende del proceso de lateralización.

Se considera que un niño está homogéneamente lateralizado si usa de forma consistente los elementos de un determinado lado, sea este el derecho (diestro) o el izquierdo (zurdo).

Cuando la ejecución de una persona con una mano sea tan buena como con la otra se le denomina ambidextro (o ambidiestro).

Algunos expertos indican establece que la lateralización se produce entre los 3 y los 6 años.

Si un niño de 5 años no tiene todavía definida su dominancia lateral, especialmente, la referente a la mano, es necesario reconducir la misma hacia el lado o mano con la que el niño/a se muestre más hábil y/o preciso.


¿Cómo se desarrolla la lateralidad en los niños?

Como padres nos surgen muchas dudas sobre la lateralidad: ¿es algo espontáneo, heredado o se educa?, ¿cuándo se alcanza esa lateralidad?, ¿tenemos que dejar que nuestro hijo coja los lápices y ceras con ambas manos o no?

Lo más habitual es que la lateralidad aflore de forma espontánea en sus primeros años. Hasta entonces está bien que nuestro hijo explore y sea capaz de realizar la pinza entre el dedo pulgar e índice con ambas manos.

Una vez que observamos que se define como diestro o zurdo podemos potenciar esta preferencia. Y sobre todo, intentar que sea homogénea con las dominancias de ojo, oído y pie. Si este proceso no da como resultado una lateralidad bien definida pueden surgir problemas o retrasos en la adquisición de la lectoescritura y el aprendizaje.

Una lateralidad mal definida puede producir que un niño aprenda a leer o escribir con facilidad, pero que no consiga una buena velocidad lectora o de escritura. Es decir, que el hemisferio cerebral que domina no sea siempre el mismo o que no esté muy claro cuál es el dominante para determinadas funciones, como leer, escribir, coger cosas, hacer fuerza, etc.






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